La toma de decisiones es un factor fundamental de cualquier posición de mando. Se trata de una acción que, a grandes rasgos, puede decidir el éxito o fracaso de un negocio; por ende, es importante saber cómo encarar de manera eficiente este tipo de situaciones.
Tomar buenas decisiones no es un talento innato; se necesita de práctica y experiencia para dominar la técnica. En definitiva, se trata de un proceso que requiere tiempo y planificación.
En primer lugar, se debe hacer una distinción importante entre el pensamiento racional y el intuitivo. Si bien se tiende a pensar que la razón es más exacta que la intuición, vale subrayar que este último no se traduce necesariamente en una decisión al azar.
Por el contrario, es un proceso que se genera a partir de la información que una persona acumula a lo largo de los años y que, de manera inconsciente, aporta claves para evaluar una situación y hallar la solución correcta.
De esta manera, la verdadera cuestión no es saber si hay que confiar en los instintos, sino cuando. Actualmente, prestar atención a la intuición ha cobrado relevancia debido al inmenso flujo de información al que las personas están expuestas.
Algunos especialistas sostienen que, al estar sometidos a un proceso de decisión constante, estudiar cada opción con rigor científico podría llevar a que no se concrete ningún proyecto.
Al respecto, se asegura que la información de la mente humana tiene un límite; por eso, hoy en día el principal desafío de la inteligencia humana es ir más allá de la información recibida.
Así, la intuición y la racionalidad a la hora de tomar decisiones van de la mano y conforman un todo. Son las emociones las encargadas de proveer un conocimiento valioso, implícito o explícito para elegir.
En rigor, un proceso racional debe estar precedido de la elaboración previa de las emociones, y viceversa.
Tips para tener en cuenta:
- Identificar el problema: El primer paso es poder identificar de forma clara la cuestión que debe ser resuelta y darle su grado justo de importancia
- Acotar los riesgos: La información permite conocer y acotar los riesgos. Investigaciones de mercado, cálculos y cifras ayudan a reducir “lo desconocido” para llegar a lo que se conoce como “riesgos calculados”.
- Revisar cada etapa: Ver cada decisión como un proceso permite descomponer la situación en una sucesión de pasos e identificar en cada uno de ellos potenciales trampas a la racionalidad.
- Pensar en término de escenarios: Una forma simple de imaginar el futuro, consecuencia de las propias decisiones, es el uso de escenarios. ¿qué es lo peor que puede pasar?, ¿cómo sería una situación normal?, ¿cómo se ve un escenario optimista?
- Aplicar la creatividad: En la mayoría de las decisiones, el pensamiento creativo puede aportar nuevas visiones y alternativas de solución.
- Evaluar los resultados: Tras cada toma de decisiones, es fundamental evaluar los resultados y determinar si la decisión aplicada fue la correcta o no. En caso de no serlo, se deberá iniciar de nuevo un proceso de toma de decisiones para encontrar otra alternativa.